IV Certamen literario agustiniano
Como ya sabéis muchos de vosotros, el pasado mes de diciembre se celebró el IV Certamen literario agustiniano de relato breve y, desde aquí, queremos dar las gracias a todos los alumnos que se animaron a participar y, sobre todo, felicitarlos por el buen nivel de los trabajos.
A continuación, os incluimos los tres relatos ganadores. Esperamos que os gusten tanto como a nosotros.
1er Premio: Sígueme
Como siempre pasan estas cosas,
no se sabe con exactitud cómo fue... ¿Que qué pasó? Pues que Luis y Carlos no
se hablaban, por una tontería según uno y por una guarrada según el otro; y es
que cada problema tiene un punto de vista y una misma cosa se ve de forma
diferente según te afecte.
Resulta que en un examen Carlos
le dijo a Luis que le soplara unas respuestas, pero este estaba concentrado en
su examen y al levantar la vista vio que el profesor los estaba mirando. Carlos
no se dio cuenta y siguió insistiendo. Todo fue tan tápido que no se pudo hacer
nada: Luis petrificado, el profesor recogiendo el examen a Carlos y soltando
palabras en tono de regañina, mientras este se defendía. Total, que después de
esto y con el consiguiente intercambio de reproches, los amigos dejaron de
hablarse.
Viendo que no podían seguir así,
intentaron solucionarlo y, una tarde soleada y de apacible temperatura, se
dieron cita cerca del río para hablar.
Se encontraron a la hora fijada y
Carlos le dijo a Luis: -Sígueme, que quiero enseñarte una cosa.
Los dos amigos se adentraron en
un sendero en el que al fondo había una cueva en cuya entrada una gran tela de
araña, suave y poderosa, tapaba la oquedad.
-¿Ves esta tela de araña?, le
dijo Carlos, es nuestra amistad, simple pero a la vez compleja, sus hilos se
entralazan haciendo una figura, nos atrapa pero a la vez es fácil desprenderse
de ella y brilla cada día con el rocío mañanero, si se rompe, se vuelve a hacer
y no permite que nada la aleje de su cometido. Estos días he comprendido lo
fácil que es perder algo tan bueno como la verdadera amistad, y lo fácil que es
volver a recuperarla.
Por todo esto y más, he pensado
que te seguiré en el camino de la amistad y que si tú quieres sígueme en el
mío; juntos, y solo así, tiene sentido esta andadura y los obstáculos no hacen
sino reforzarla.
Luis y Carlos sellaron su amistad
con un fuerte abrazo y luego, en silencio, estuvieron un rato observando
aquella poderosa tela de araña que los atrapó en las redes de la amistad
verdadera para siempre.
Miguel Martín García
(4º ESO)
2º Premio: Sígueme
Todavía me acuerdo de aquella
época...
Yo estaba en tercero y lo pasaba
muy mal porque no me gustaba que me tocaran ni a mí ni a mi espacio personal.
La gente me tomaba como a alguien raro y se metían conmigo. No tenía amigos que
me defendieran porque nadie me entendía y cuando venían a por mí me sentía
asustado, diferente y muy mal, porque no comprendía por qué razón siempre se
metían conmigo los abusones.
Siempre venían a por mí un chico
de sexto y sus dos matones, que le ayudaban por miedo, o eso creía yo.
Como siempre, a la salida del
colegio, me pegaban, me tocaban, me escupían... Y llegaba a casa y no decía
nada a mis padres, porque tenía miedo.
Un día, cuando me atacaron, apareción
un chico mayor que vino a ayudarme. No solo consiguió que el abusón saliera
corriendo, sino que fue a chivarse a los profesores y lo expulsaron del
colegio. Ese chico, al que yo no conocía, resultó ser uno de los chicos más
populares de sexto y yo era incapaz de entender por qué me había ayudado.
Al día siguiente, el chico de
sexto se acercó a mí. Se formó un corro de gente a nuestro alrededor, incluso
algunos chicos “malos”.
-¿Estás bien?-, me preguntó con
auténtico interés ante mi atónita mirada, yo solo pude asentir. -¿Por qué se
metían contigo?- me encogí de hombros.
-¿Porque soy raro? Y tú, ¿por qué
me ayudaste?
-Es más valiente ayudar que
asustar- dijo ante la embobada mirada de
todos. Y dirigiéndose a aquellos que en otras ocasiones me habían
atacado, pregúnto: -¿No queréis hacer algo para evitar que alguien se sienta
así? ¿No quieres hacer algo aunque te creas que eres malo?- dijo dirigiéndose a
mí.
Todos asentimos con ilusión y
preguntamos al unísono -¿Qué?
-¡Seguidme! ¡Haced lo que yo
hago, sed valientes!- Y mirándome fijamente me dijo: -¡Sígueme tú también!
Manuel Domínguez García
(1º ESO)
3º Premio: Manu
Manuel era un buen chico. Es lo que pensaba él. Pero casi siempre
estaba solo. Los amigos le duraban poco, y los buenos y populares nunca eran
amigos suyos. Y Manu no sabía el motivo, a no ser que fuese porque Manuel no
podía andar, ya que cuando tenía siete años, se cayó desde una tapia de ocho metros,
estuvo cinco días en coma y desde entonces iba en silla de ruedas.
Habían pasado ocho años. Él se
había acostumbrado, pero los demás no.
Y un día, Manuel decidió dejar de
ser bueno.
Cuando su padre le levantó por la
mañana, le insultó por despertarle tan temprano. En el colegio no trabajaba. Se
pasaba la clase entera jugando con la tablet, haciendo dibujitos y ruidos. Y
empezó a suspender todo.
Cada vez que alguien intentaba
hablar con él le insultaba.
Nadie sabía lo que le pasaba, y
si intentaban hablar con él, Manu era insolente.
Y cada vez estaba más y más
triste, pero no lo quería reconocer.
Un día Nuria, una compañera de
clase, se acercó y se sentó a su lado.
Manu: ¿Qué pasa?, ¿no tienes otro
sitio para sentarte?
Nuria: Pues sí, pero me apetece
estar aquí.
Manu: ¿Es que te doy pena?
Nuria: Pues no, pero me gustaría
saber tu motivo para haber cambiado
tanto.
Manu: Pues porque me da la gana.
¿Te importa mucho?
Nuria: Pues sí, pero mira,
sígueme que te voy a enseñar una cosa.
Manuel la siguió con su silla de
ruedas con motor hasta donde estaba un grupo de compañeros hablando de Manu.
Y se dio cuenta de cuál era el
motivo de que no se le acercasen, y era que no sabían cómo tratarle y les daba
miedo comportarse mal y ofenderle.
Manuel se aceró a ellos y les
dijo que le tenían que tratar como a cualquier persona, llamarle para ir al
cine, para hacer los trabajos, para salir a tomar algo, porque era un chico
normal y podía hacer casi las mismas cosas que ellos.
También les dijo que él les
avisaría cuando tuviesen que ayudarle.
Y Manu volvió a ser un chico
alegre y estudioso, y un poco gamberrete.
Y lo más importante, volvió a ser
feliz.
Leticia Gómez Cortés
(4º ESO)
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